Universitario de Salto es el campeón del interior
Sol radiante, clima adecuado para ir a la cancha en la tarde dominguera y con la excusa perfecta, nada más ni nada menos que estar en la final de clubes del interior.
Esa copa orejona, esa en que muchos niños sueñan en tardes de campito correteando atrás de pelotas desgajadas o de atardeceres agarrados con las manos como pinzas de los alambrados gritando goles, ya de más grandes, en campeonatos locales.
Es la copa de clubes más importante de nuestro futbol del interior, la “Copa Libertadores” del fútbol chacarero, esa copa que engalana la vitrina de cualquier institución. Y en esta cita salteña, segundo capítulo, abierto, ya que en el primero no se sacaron ventaja y quedaron, en esa promesa no escrita, de una revancha con vuelta olímpica en Salto.
Dos equipos duros, acostumbrados a victorias y sinsabores, curtidos por esas luchas titánicas, de tardes con viajes cansadores, pero necesarios para alimentar el alma de los ganadores.
Por eso de local y visitante los nervios siempre afloran, las dudas se amontonan, los sentimientos marcan esa procesión interna de cada uno de los jugadores, que en ese viaje de vestuarios al césped, solo se escucha, el traqueteo de los tapones de los zapatos. En fila india y concentrados quizás procesando por su cabeza, como una fugaz película, todas las tardes de futbol que los llevaron a ese mágico momento.
Universitario y Rio Negro, dos clubes con historia grabada a fuego dentro y fuera de su “habitat”, que ya saben de levantar una orejona, pero obvio y lógico, nunca “empacha” la posibilidad de seguir achicando espacios en las vitrinas con otras copas.
Es cierto que ya los lunes y el resto de la semana, esos héroes de domingo ingresan en el devenir diario de sus vidas, muchos de ellos, -aunque no todos y cada vez menos- cumpliendo su tarea de seis u ocho horas en una oficina, un sanatorio, manejando un camión, o atendiendo un mostrador.
Pero el domingo, si o si es día de gloria para ellos, salen en los diarios, los nombran en las radios y lo conocen por la tele. Y terminan siendo héroes o villanos según el resultado del partido. Saben que si ganan, la foto del campeón, adornará por siempre las paredes de la sede.
Y ambos se prepararon para esta cita. Y esas ganas contagian a la cuarteta arbitral, a los colegas de los diversos medios de prensa y a la propia gente que busca todo lo posible, para identificarse con sus colores. Camisetas, gorros, bufandas y hasta termo y mate con los colores.
Todo sirve porque es un sentimiento muy arraigado en lo más intimo, al punto que te hace viajar cientos de kilómetros para ver a tu equipo, aunque al otro día estés con pocas horas de sueño.
Y esa fiesta se transmite y se hace todo uno, porque después de toda la parafernalia del ingreso a la cancha, donde el humo rojo de un lado y el negro de la visita del otro, taparon por un rato el cielo del Dickinson, se prepara el arranque.
Después del pitazo de florecino De León, la pelota a rodar, sin tregua para ningún lado y los casi goles que siempre alientan a desgarrar gargantas.
Parejo, sin darse tregua con lucimiento de los arqueros y con la pelota viajando por los aires y por momentos, entreverada en la maraña de piernas de uno y otro lado.
El primer tiempo se fue con un cero grande, aunque con algunos “casi- casi”, que aseguraba una inevitable charla subida de tono en los vestuarios, para recomponer líneas y manejar otro partido para el segundo tiempo. Universitario, con la obligación moral de ganar ante su gente, (la otra orejona la gano fuera de casa) salió como en el primer tiempo, como una tromba contra el arco “cebrita” maragato.
Sin embargo fue Rio Negro el que casi lo pone en camino a la copa cuando el grandote Alba mete el pie y la pelota revienta el travezaño.
Susto del que se recompone el dueño de casa poco después. Centro de Jonathan Jorge y el destino quiso que fuera el propio Alba, quien había estado a punto de convertir en el arco de enfrente, que al intentar restar el balón lo metiera en su propio arco. El cronómetro comienza a hacer su su “tarea” al transcurrir a velocidades diferentes para uno y otro, con los nervios cada vez más a flor de piel.
A diez del final centro rojo, Fornaroli sirve desde izquierda y “Bigote” Bentin toca las nubes con su testa y mete el cabezazo con destino de red.
La locura se apodera del Dickinson, las gargantas truenan y las trompetas suenan entre las banderas rojas. Sin embargo se apagan de golpe un ratito después, porque De León cobra penal para la visita.
Silencio total en el Dickinson y Barreto que apunta, anota y pone a gritar a los suyos, aunque sin mucho festejo porque había que seguir y ganar tiempo.
Para muchos, les cruzo la misma película del partido pasado. Dos a cero el rojo y en pocos minutos el “cebrita” lo empató. Por lo cual los minutos finales fueron de infarto, los corazones latiendo a mil, gargantas tronando el aire de la tarde salteña, preguntas repetidas de ¿cuanto falta? sin que nada cambiara hasta que De León pita, termina el partido y el Dickinson estalla. A partir de ahí fue una caldera teñida de rojo por un largo rato.
En definitiva estos estudiosos, aprobaron con buena nota la final y se diplomaron, nada más ni nada menos, como campeones del interior de clubes.
Detalles
UNIVERSITARIO: Jorge Fleitas, Javier Gómez, Octavio Pintos, Matías Bentin, Fabián Leites, Gabriel Tavarez (79’ Franco Avalos), Jonathan Jorge, Pablo Sotelo (60’ Gabriel De Souza) Gastón Barrientos, George Dos Santos (85’Alexander Piriz), Valentín Fornaroli (85’Facundo Gómez).
DT. Alejandro Irigoyen
RIO NEGRO: Bernardo Long, Diego López, Diego de los Santos, Sebastián Rodríguez, Braian De León (73’ Maximiliano Calzada), Alex Santeyano (69’ Valentín Martins), José Barreto, Roberto Brun (81’ Liber Qiuiñonez), Hamilton Pereira, Enzo Cabrera y Christian Alba.
DT Paolo Parolin
Goles: 54’ C. Alba (RN en contra), 79’ Bentin (U), 81’ J.Barreto (RN, de penal),
Tarjetas Amarillas: Barrientos, Dos Santos, Fleitas, Burgardt, Flores, Fornaroli (U), De los Santos, (RN),
Arbitros: Gonzalo de León, Leonardo Bidart, Ruben Pedreira.
Cuarto: Heber Dotta, (Todos de Flores)
Cancha. Estadio Dickinson de Salto
Público: 4000
Escribe: Francisco Connio